El promontoriio de la Alcazaba de Zújar |
La alcazaba de Zújar es, tal vez, uno
de los iconos de Zújar más importantes dentro del acervo cultural
de sus pobladores. Junto al Cerro Jabalcón, el promontorio de la
Alcazaba es un lugar geográfico de primer orden insertado en el
espacio urbano desde tiempos inmemoriales.
Su singularidad radica en que este
promontorio en forma de barco, está rodeado por dos ramblas: La
rambla de Abatel y la rambla del Carrizarl que convergen en su lado
norte, formando la rambla de Zújar, cuyo cauce desemboca en la
actualidad en las aguas del embalse del Negratin. Su situación
inexpugnable ha determinado, en su entorno, un poblamiento
ininterrumpido desde tiempos remotos. Es muy probable que ya hubiese
un asentamiento neolítico en sus cercanías, según los testimonios
de personas que hallaron en el barrio de la Jarea lo que describieron
como “cántaros con tizones”, lo que podrían ser vasijas
destinadas a algún tipo de entarramiento.
Aunque en tiempos íbero-romanos, una
pequeña población se levantaba bajo sus paredes, con el nombre de
Hactara, es en la época musulmana cuando el promontorio alcanzó una
importancia crucial, ya que se construyó en época califal una
alcazaba, una fortaleza que acabaría dando el nombre a su
promontorio. La Alcazaba fue ampliada y remodelada en época almohade
y restaurada durante la hegemonía del reino Nazarí, según los
fragmentos de cerámica hallados.
Tuvo un papel fundamental en el
desarrollo de los acontecimientos bélicos de la Guerra de Granada,
sobre todo durante la campaña de 1489, cuando las tropas castellanas
conquistaron Baza. Hasta entonces, la Alcazaba de Zújar jugaba un
papel fundamental en la estrategia defensiva del norte del Reino de
Granada, que disponía de una red de fortalezas (Benzalema,
Benamaurel, Freila, etc) y torres vigía (Torre de los Morrones,
Torre del Mazaile, Ermita Vieja, Torre de la Luna), como medio de
protección por las continuas razzias cristianas, que nunca llegaron
a tomar Zújar, debido a la solidez defensiva de su Alcazaba.
En 1489, las tropas comandadas por el
Adelantado de Quesada van tomando las fortalezas en su camino hacia
Baza, con el fin de no dejar tropas nazaríes que pudieran presionar
sobre su retaguardia. Al llegar a Zújar se encuentran con un
obstáculo formidable, la Alcazaba, bien provista y con una
guarnición de irreductibles defensores. Las tropas cristianas
pusieron sitio a la Alcazaba y debieron concentrar a la artillería
cristiana. Como era costumbre, tras la reforma del arma de artillería
por el rey Fernando, tras poner sitio a una fortaleza, se lanzaban
pellas incendiarias y se sometía a un intenso bombardeo de
artillería, utilizando morteros (lombarda trabuquera) y varios tipos
de lombardas, algunas de gran calibre, que lanzaban bolaños de
piedra o pelotas de hierro de hasta 250 kg. Según relata Hernando
del Polgar, pronto se dieron cuenta los sitiadores que la Alcazaba de
Zújar se encontraba bien defendida y que no podría ser tomada sin
la artillería. A pesar del intenso bombardeo la fortaleza zujareña
no se rendía y tampoco podía tomarse. Por ello se recurrió al
cuerpo de zapadores, que construyeron túneles bajo sus torres para
dinamitarlas. Tras varios días de combate la fortaleza se rindió. A
los moradores de la Alcazaba se les concedió libertad, optando en su
mayoría por desplazarse a Baza. Gracias a la resistencia de la
Alcazaba de Zújar, las tropas musulmanas de Baza pudieron organizar
su defensa y conseguir que el asedio durara meses.
Durante la rebelión de los moriscos
una pequeña guarnición se asentó en los restos de la alcazaba de
Zújar, para impedir que la población, que no llegó a sublevarse,
pudiera ayudar a los rebeldes.
Debido a la destrucción sometida
durante la Guerra de Granada, a su abandono y a la erosión, la
alcazaba de Zújar desapareció, quedando en la actualidad restos del
lienzo de la muralla y las bases de alguna de las torres almenadas.
Es muy probable que aún se conserve parte del aljibe y de los
cimientos.
En la actualidad, el promontorio de la
Alcazaba, aunque es un mirador privilegiado de la villa, no dispone
de accesos adecuados, convirtiéndose en un lugar abandonado que
acumula toda clase de vertidos. Su entorno está tremendamente
deteriorado, habiéndose producido derrumbes de casas y cuevas, con
un barrio desierto y en estado ruinoso.
Y sin embargo, cada año, la Alcazaba
de Zújar vuelve a ser protagonista, en la representación de Moros y
Cristianos, durante sus fiestas patronales. Entonces los habitantes
de Zújar constatan como se alza el promontorio que domina la Plaza
Mayor y regresa el perdido esplendor de épocas pasadas, como
resistiéndose a perderse en la memoria.